Tuvieron que pasar más de 24 horas para que se diera a conocer información oficial de lo que pasó en Acapulco y municipios aledaños del estado de Guerrero, tras el paso del Huracán Otis, el cual ha dejado muchas pérdidas que lamentar.

Aunque este devastador huracán, categoría 5, tocó tierra la media noche del martes, fue hasta el jueves, por conducto de la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, que se informó en la “mañanera” de los estragos de este fenómeno natural, entre los que desafortunadamente se encuentra el fallecimiento de 27 personas y 4 personas desaparecidas.

Antes de este parte oficial, sólo se sabía lo que habitantes y visitantes de Acapulco compartían a través de redes sociales, en cuyas publicaciones clamaban ayuda ante un escenario evidentemente desolador: inmuebles y muebles destrozados, caminos destruidos, habitantes que lo perdieron todo y un gobierno ausente.

Tanto las autoridades estatales como federales brillaron por su ausencia antes, durante y después de este suceso que ha trastocado el paisaje paradisiaco de uno de los lugares más visitados en la República Mexicana, tanto por el turismo nacional como internacional.

Uno de los mayores reclamos de quienes estuvieron en el ojo del huracán, de manera literal, es que nadie, absolutamente nadie, les advirtió del peligro que corrían ellos y sus bienes ante la eminente tormenta que se había formado, aunque actualmente y gracias a los avances científicos se puede “predecir” la intensidad de estos fenómenos.

Se dice que la evolución de la tormenta fue muy rápida e inaudita, lo cual la llevó a alcanzar en muy pocas horas la categoría máxima en la escala Saffir-Simpson; desafortunadamente nadie advirtió el peligro para sus habitantes.

Hoy no queda más que actuar, como dice el dicho: “después del niño ahogado”. Las necesidades son múltiples y por ello se valora la activación de los centros de acopio que se han puesto en marcha desde diferentes sectores de la sociedad.

Recabar víveres en este momento es fundamental, pero también lo es la respuesta del gobierno para coadyuvar a la reconstrucción de la zona. La pregunta que surge al respecto es ¿Cómo se hará? si bien se sabe que el gobierno de la 4T, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, decidió extinguir el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) y con ello la función que desempeñaba en emergencias como la que ahora se vive en territorio guerrerense.

Desapareció en julio de 2021 con el argumento que para todo tiene la 4T: “hay corrupción y los fondos no se usan como se deben”, palabras que resuenan en un entorno donde no hay una sola prueba, ni un solo detenido por estos “supuestos” malos manejos.

Recordemos que el Fonden fue creado en 1999, como un instrumento financiero, dentro del Sistema Nacional de Protección Civil, del que salían los recursos para enfrentar emergencias que no se podían presupuestar porque eran consecuencia de los efectos de la naturaleza.

Este fondo era financiado a través del Presupuesto de Egresos de la Federación y para que los estados pudieran recibir sus recursos, la Secretaría de Gobernación debía activar la declaratoria de emergencia o de desastre natural.

En ese sentido, el gobierno federal era el encargado de entregar los recursos, en especie o en efectivo, dependiendo de la gravedad en la que se encontraba la población y la infraestructura afectada, la cual se determinaba a través de un censo de daños que era realizado por un comité de evaluación técnica.

Hoy ya no existe fondo y tampoco un protocolo de actuación preciso ante estas contingencias. Eso explica el por qué la actuación de las autoridades es tan lenta, así como la información que dan a conocer de manera pública.

Como siempre, el presidente siempre esquiva los cuestionamientos hablando de corrupción, neoliberales, del pasado, pero sin dar respuestas a las demandas del presente. Por ello no nos queda más que exigir al gobierno morenista, tanto estatal como federal que, si bien no vieron venir el huracán, no usen esa misma ceguera para evadir lo que urge hacer.

Pero más allá de ello, hago votos para que pronto cambie el reduccionismo de un gobierno que no solo no ve, tampoco oye ni escucha. Se debe apostar a la planeación y a la prevención, no hay otro camino, ya que quieran verlo o no, las contingencias seguirán ocurriendo.

-Con información de la columna de Carlos Martínez Amador para “El Sol de Puebla”